miércoles, 16 de noviembre de 2016

Eva Millet: "Dejemos de preguntárselo todo a los niños, la familia no es una institución democrática"



¿Por qué los padres de ahora somos más protectores?
Una de las razones es demográfica. Si sólo tenemos 1,3 niños de promedio, este niño es el centro de atención y de la vida de sus padres. Y no les estamos haciendo ningún favor. ¡Claro que son superespeciales! Pero para ti, no para todo el mundo, y tienen que acostumbrarse a que no son el centro del Universo. Las familias antes eran más extensas y todos -abuelos, tíos, primos- participaban en tu educación. Ahora no, el modelo está blindado y no aceptamos comentarios ni críticas de la tribu. Además, tenemos a los hijos de mayores y importamos a la crianza las herramientas del trabajo. Y también hay una competencia brutal entre padres: los niños son ahora signo de estatus. Son una proyección de ti mismo y sus metas son las tuyas. Todo tiene que ser perfecto: la casa, el coche, los dientes y, también, el niño.
¿Cómo son los hiperpadres?
La hiperpaternidad se caracteriza por una atención excesiva a los niños y una perpetua supervisión. Los padres resuelven sistemáticamente los problemas a sus hijos y esto tiene consecuencias, porque los estás haciendo menos autónomos. Otra característica es justificarlos continuamente y estimularlos precozmente. Hay una tendencia a intentar que los niños lo hagan todo lo antes posible para que sean superniños, pero esto tiene dos derivadas. Estamos quitándoles a los niños lo más importante de la infancia, que es el tiempo para jugar, y no tienen tiempo para aburrirse, y del aburrimiento puede salir la creación. Está bien que hagan alguna actividad pero como máximo deberían tener tres tardes ocupadas, y ya me parece mucho.
"Estoy harta de hacer que la niñez de mi hijo sea mágica", decía la carta de una madre que se hizo viral.
¿Cómo podemos saber si nos hemos convertido en hiperpadres?
Hay dos señales. Una, si no eres capaz de observar a tu hijo sin intervenir a la primera oportunidad. Y otra es cuando se habla en plural de los hijos: "Hoy tenemos un examen", "Hemos aprobado", "Hemos suspendido"...
Los hiperpadres también intervienen mucho en la escuela.
Está bien que los padres se impliquen en la escuela, que colaboren, pero cada uno tiene que saber cuáles son sus límites. El problema es que a menudo termina en enfrentamiento.
Elegir escuela provoca mucho estrés a los padres.
Y no debería ser así. Los niños deberían ir a la escuela del barrio. Pero existe la idea de que tienen que ir a la escuela perfecta donde hacen la última técnica pedagógica. Es un estrés. Los padres visitan 25 escuelas, hacen excels y luego no se fían de la escuela a la que lo acaban llevando.


¿Y qué niños estamos criando?
Estamos criando niños con una visión muy hinchada de sí mismos. Estamos criando niños L'Oréal: "Porque yo lo valgo". Pero por otro lado son niños muy débiles que nunca han aprendido a resolver sus problemas, porque nunca los has dado la oportunidad ni las herramientas y ante un pequeño problema se desmontan. Recuerdo el caso de una estudiante estadounidense en Barcelona que se quedó atrapada en el ascensor y en vez de tocar la alarma llamó a su madre a los Estados Unidos para que se lo resolviera. Están acostumbrados a que los padres les digan qué tienen que hacer. Al estar tan protegidos son inseguros y tienen muchos miedos: niños con miedo a dormir con la luz apagada, de tirar de la cadena, de comer cosas nuevas...
¿Y cuál es el antídoto para revertir la hiperpaternidad?
El underparenting o sana desatención de los hijos. Como padres nuestro trabajo es estar pendientes de los hijos pero sin intervenir a la primera ni hacer un drama. Si la niña está desganada no quiere decir que tenga anorexia, y si un día no la dejan jugar al fútbol no es bullying. Pongo el ejemplo de la mochila: cuando el niño sale de la escuela no le tienes que llevar la mochila como si fueras su mayordomo. Si pesa, sácale un par de libros. Lo tienes que hacer responsable de sus cosas. Y también dejar de preguntarle todo: "Quieres dormir?", "¿Quieres comer?", "Quieres un Dalsy?"... Hay esta idea de que la familia es una institución democrática y no, la familia es una jerarquía: los padres arriba y los niños abajo. Todos participamos pero no le puedes preguntar a un niño de 3 años qué quiere para cenar.

Enlace al artículo de Eva Millet 

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