¿Por qué los padres de ahora somos más protectores?
Una de las razones es demográfica. Si sólo tenemos 1,3 niños de
promedio, este niño es el centro de atención y de la vida de sus padres. Y no
les estamos haciendo ningún favor. ¡Claro que son superespeciales! Pero para
ti, no para todo el mundo, y tienen que acostumbrarse a que no son el centro
del Universo. Las familias antes eran más extensas y todos -abuelos, tíos,
primos- participaban en tu educación. Ahora no, el modelo está blindado y no
aceptamos comentarios ni críticas de la tribu. Además, tenemos a los hijos de
mayores y importamos a la crianza las herramientas del trabajo. Y también hay
una competencia brutal entre padres: los niños son ahora signo de estatus. Son
una proyección de ti mismo y sus metas son las tuyas. Todo tiene que ser
perfecto: la casa, el coche, los dientes y, también, el niño.
¿Cómo son los hiperpadres?
La hiperpaternidad se caracteriza por una atención excesiva a los
niños y una perpetua supervisión. Los padres resuelven sistemáticamente los
problemas a sus hijos y esto tiene consecuencias, porque los estás haciendo
menos autónomos. Otra característica es justificarlos continuamente y
estimularlos precozmente. Hay una tendencia a intentar que los niños lo hagan
todo lo antes posible para que sean superniños, pero esto tiene dos derivadas.
Estamos quitándoles a los niños lo más importante de la infancia, que es el
tiempo para jugar, y no tienen tiempo para aburrirse, y del aburrimiento puede
salir la creación. Está bien que hagan alguna actividad pero como máximo
deberían tener tres tardes ocupadas, y ya me parece mucho.
"Estoy harta de hacer que la niñez de mi hijo sea
mágica", decía la carta de una madre que se hizo viral.
¿Cómo podemos saber si nos hemos convertido en hiperpadres?
Hay dos señales. Una, si no eres capaz de observar a tu hijo sin
intervenir a la primera oportunidad. Y otra es cuando se habla en plural de los
hijos: "Hoy tenemos un examen", "Hemos aprobado",
"Hemos suspendido"...
Los hiperpadres también intervienen mucho en la escuela.
Está bien que los padres se impliquen en la escuela, que
colaboren, pero cada uno tiene que saber cuáles son sus límites. El problema es
que a menudo termina en enfrentamiento.
Elegir escuela provoca mucho estrés a los padres.
Y no debería ser así. Los niños deberían ir a la escuela del
barrio. Pero existe la idea de que tienen que ir a la escuela perfecta donde
hacen la última técnica pedagógica. Es un estrés. Los padres visitan 25
escuelas, hacen excels y luego no se fían de la escuela a la que lo
acaban llevando.
¿Y qué niños estamos criando?
Estamos criando niños con una visión muy hinchada de sí mismos.
Estamos criando niños L'Oréal: "Porque yo lo valgo". Pero
por otro lado son niños muy débiles que nunca han aprendido a resolver sus
problemas, porque nunca los has dado la oportunidad ni las herramientas y ante
un pequeño problema se desmontan. Recuerdo el caso de una estudiante
estadounidense en Barcelona que se quedó atrapada en el ascensor y en vez de
tocar la alarma llamó a su madre a los Estados Unidos para que se lo
resolviera. Están acostumbrados a que los padres les digan qué tienen que
hacer. Al estar tan protegidos son inseguros y tienen muchos miedos: niños con
miedo a dormir con la luz apagada, de tirar de la cadena, de comer cosas
nuevas...
¿Y cuál es el antídoto para revertir la hiperpaternidad?
El underparenting o sana desatención de los hijos. Como
padres nuestro trabajo es estar pendientes de los hijos pero sin intervenir a
la primera ni hacer un drama. Si la niña está desganada no quiere decir que
tenga anorexia, y si un día no la dejan jugar al fútbol no es bullying.
Pongo el ejemplo de la mochila: cuando el niño sale de la escuela no le tienes
que llevar la mochila como si fueras su mayordomo. Si pesa, sácale un par de
libros. Lo tienes que hacer responsable de sus cosas. Y también dejar de
preguntarle todo: "Quieres dormir?", "¿Quieres comer?",
"Quieres un Dalsy?"... Hay esta idea de que la familia es una
institución democrática y no, la familia es una jerarquía: los padres arriba y
los niños abajo. Todos participamos pero no le puedes preguntar a un niño de 3
años qué quiere para cenar.
Enlace al artículo de Eva Millet
Enlace al artículo de Eva Millet
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